sábado, 10 de junio de 2017

Agonía de un demonio Negro

Y el mar que sostengo entre mis dedos
rompe en tormenta.

De instantes que gritan sordos
desvaneciéndose entre quejas
que liberadas tras vuestras rejas
comienzan a estar ya
cansadas del todo.

Alimentando las tripas
de un ridículo demonio negro.

Que mantiene ingenuo la esperanza
escondido en su madriguera
al calor de un débil resquicio color de fuego.

Incertidumbre, compañera,
ebria de dudas a las que no encuentra solución.

Pecados de un cuerpo
que ya no padece.

Confuso y anestesiado.

Danzando al ritmo del eco
de una mueca caprichosa de tu voz.

viernes, 9 de junio de 2017

Cárcel temporal color de Luz

Ya no soporto este juego.

Partida de dardos
sostenidos por un puño
moroso de la ingravidez de tu pelo.

Instante eterno
desvanecido con el peso de un segundo.

Movido por deseos
que ya no sé si son mios.
O si son tuyos.

Ni los pretendo.

Deslizándose por mi espalda.

Obediente a una ley antigua.
Fiel a la fragancia del aire que agita el paso de tu cuerpo.

Especie de alimento mutuo.

Saciado por motas de un polvo
que no nutre.

Que se cobija en el centro de mi pecho.

Sortilegio de frío Azul

Y, así, queda establecida
la dicotomía en la que me desenvuelvo.

Que me devuelve una sonrisa
dejándome helado.

Convertido en estatua.

Frío en mi propio Infierno.

Dos caminos que se abren
ante mis ojos.

Pero mis pies ya no se mueven.
No saben qué hay detrás de tus muecas y miradas.

Acertijos de desconcertante reflejo.

Por eso ya se detienen.

Mientras mis iris
prefieren permanecer ciegos.

Perdidos en una oscuridad que insiste en abrazarme.
Que yo mismo me impongo.

Y, sin embargo, lo veo.

jueves, 8 de junio de 2017

Terremoto de pelo Rojo

Enséñame tus manos
y yo te sigo.

Que las palabras que salgan de tu boca,
aún asustada,
sean las mismas que yo digo.

Acércate y cuéntame
qué es lo que pasa por tu cabeza.

Que mi mente ha recorrido mundos
donde únicamente había horror,
envueltos de una triste,
parca belleza.

Que te devuelvo la mirada
sin miedo.

Embustero.

Que tiemblas ante la sola idea
de que ella se mueva
y te conviertas a su religión.

Con uno solo de sus gestos.

En un rincón asustado,
¿cómo no?

Más que dispuesto.