Se enciende la luz del candil
para alumbrar lo que aún no hemos visto,
la historia que no nos gusta contar,
de la que siempre habrá un momento mejor para hablar,
la de nuestras aspiraciones, promesas e instintos.
Escondida tras una mueca de voz
publicista de la paradójica evidencia,
de la que nos convertimos cómplices,
ya que, en nuestra mente se dibuja,
al callarnos, la contradicción expuesta,
por una única razón
y con un sólo gesto vendido
al silencio de la conveniencia.
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